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5 días
Naturaleza
Cultura
Cádiz oculta
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Caminos que despiertan.
Hay caminos que se recorren a pie y otros que se descubren con el alma. Caminar Cádiz es caminar hacia el origen: del Imperio Romano a las primeras comunidades cristianas, cada paso revela que esta tierra es una encrucijada de culturas que ofrece al viajero distintas rutas a través de la historia y su memoria. En esta provincia nace una peregrinación por tres vías jacobeas conectadas entre sí que no sólo nos conducen a Santiago de Compostela sino también a los comienzos de una fe que echó raíces mucho antes de la aparición del propio peregrinaje medieval. Adentrarnos en estos senderos milenarios nos hará revivir la huella espiritual que dejaron los primeros cristianos, visitando lugares como la Ermita de los Santos Mártires de Medina Sidonia, las ruinas de la antigua ciudad de Carteia en San Roque, o el Vía Crucis de Bornos, el más antiguo de España y origen de la Semana Santa tal y como la conocemos hoy en día. Esta experiencia es un viaje a lo más antiguo, íntimo y trascendente; un camino desde el origen que parte del corazón del que busca.
Nuestro viaje se inicia donde el mar toca la piedra y el tiempo aún susurra entre murallas: Cádiz, ciudad trimilenaria y punto de partida de la Vía Augusta, la calzada romana más larga de la antigua Hispania que conectaba Gades con Roma, hoy columna vertebral del trayecto jacobeo en tierras gaditanas.
El corazón del subsuelo guarda la memoria de su historia. Podrás visitar las Catacumbas del Beaterio, originarias del SXVII que, ocultas bajo el trazado urbano, ofrecen una experiencia única donde el rito y la muerte dialogan con la fe. Desde ahí, el paseo nos lleva la Catedral Nueva, construída entre los SXVIII y SXIX, combinando la riqueza barroca con la elegancia neoclásica. Muy cerca, entre las callejuelas del Barrio del Pópulo, el más antiguo de la ciudad, se encuentra el Teatro Romano, el segundo más grande de España, nos habla del esplendor que tuvo la antigua la Gades imperial.
A medio día, dejaremos atrás la brisa atlántica de Cádiz y partiremos hacia Medina Sidonia, parada de otra de las rutas jacobeas de la provincia: la Ruta del Estrecho. Como un mirador elevado sobre la campiña de la Janda, Medina es campo, frontera y cruce de culturas que nos acoge con su cocina tradicional de base campesina. En sus restaurantes y famosas ventas podrás probar las mejores chacinas y guisos tradicionales además de excelentes carnes y platos basados en la caza. Por la tarde, pasearemos por sus blancas calles para visitar lugares emblemáticos como el Arco de la Pastora, la Iglesia de Santa María la Coronada, las antiguas Cloacas Romanas o la Ermita de los Santos Mártires, la más antigua de Andalucía y uno de los primeros vestigios de la fe cristiana en la provincia, construída en época visigoda (año 630) aprovechando la planta de una antigua domus romana.
Para concluir la jornada, subiremos hasta el Castillo para disfrutar de una puesta de sol única con excelentes vistas de la campiña y la Bahía de Cádiz. Después de cenar por el pueblo, nos alojamos en el Hotel Medina Sidonia, antigua casa palacio del S XVIII, ejemplo de la arquitectura típica asidonense que cuenta además con la peculiaridad de incluir restos del antiguo recinto amurallado del S X.

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Del Campo a la Costa, lugares que hablan.
Nos despertamos en Medina y tras desayunar un buen pan de telera, toca retomar nuestra ruta, no sin antes llevarse una caja de sus famosos alfajores cuya receta, de época medieval, es herencia andalusí. Marchamos rumbo a Tarifa, nueva parada en la vía jacobea del Estrecho. En el camino nos detenemos unos minutos a contemplar las impresionantes vistas de las ruinas del Monasterio de San José del Cuervo, antigua fundación eremítica carmelitana de 1717 que se alza en mitad de la Garganta del Cuervo, una zona de alto valor paisajístico, en pleno Parque Natural de los Alcornocales. Llegando a Vejer de la Frontera, paramos en el Núcleo Rural de Santa Lucía, declarado monumento natural por la riqueza de su paisaje. Allí disfrutamos realizando la Ruta de Molinos de Agua, que transcurre a través de un paraje de gran belleza donde además de la exuberante vegetación del lugar, antiguos molinos y cascadas naturales, podemos encontrar los restos de un antiguo acueducto de época romana.
Para reponer fuerzas podemos subir al pueblo, considerado uno de los 100 pueblos más bonitos de España por la revista National Geographic y declarado Conjunto Histórico Artístico en 1976 y comer a la sombra de sus murallas y casas encaladas. La exquisita carne de retinto de la zona y el lomo en manteca son unos imprescindibles que no pueden faltar en la gastronomía vejeriega. Y sí, no podemos marcharnos sin añadir a la cesta una buena tarrina de lomo. Tras el almuerzo, dejamos atrás Vejer no sin antes hacer una visita a la Virgen de la Oliva, Patrona de la localidad, de gran devoción en toda la comarca, cuyo Santuario del SXVII es parada obligatoria para conocer un poco más sobre los orígenes de la fe cristiana en la provincia. Se levanta, según la tradición, sobre los restos de una antigua basílica visigoda del S VII. edificada en el solar que perteneció a una antigua villa romana. En ella se encuentra un monumento funerario con inscripción pagana que contiene restos óseos y cenizas del protomártir Esteban, de los santos mártires gaditanos Servando y Germán y de las sevillanas Justa y Rufina.
Por la tarde, antes de llegar a Tarifa, visitaremos el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia en la playa de Bolonia, uno de los mejores ejemplos de ciudad portuaria romana de época Imperial en Hispania, que conserva restos de calles empedradas, una basílica, el foro, templos o incluso un teatro con aforo de hasta 2000 personas. También puede apreciarse la zona industrial con restos de la histórica factoría de salazones, lugar donde se elaboraba el famosísimo garum; un potenciador de sabor hecho a partir de una salmuera de vísceras de pescado (especialmente atún rojo, caballa y otros pescados azules) madurada al sol que fue muy popular en la antigua Roma. Desde Baelo Claudia, podemos contemplar unas increíbles vistas de la playa, una de las últimas playas vírgenes del sur de España, la ensenada y la espectacular duna de arena de más de 30 metros de altura. Sin duda, Bolonia es un sitio increíble donde poder disfrutar del atardecer antes de llegar a nuestro destino. A tan sólo 20 minutos nos espera Tarifa, la ciudad guardiana del viento, umbral entre África y Europa. Tiempo justo para dejar las maletas en el hotel, darnos una ducha, ponernos guapos y disfrutar de su amplia y variada oferta de restauración y ocio nocturno.
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El alma antigua del Estrecho: colonias, caminos y castillos.
Tercera jornada de camino. Dejamos atrás Tarifa no sin antes hacer una visita a la iglesia de San Mateo, el templo más emblemático de la localidad, de estilo gótico tardío (S XVI) con intervenciones posteriores, entre las que destaca la elegante fachada barroca datada de finales del S XVIII. Fue mandado a construir por Fadrique Enríquez de Ribera, primer Marqués de Tarifa, posiblemente sobre los restos de una antigua mezquita y tomando como referencia el modelo de la Catedral de Sevilla, de gran influencia en su época. La iglesia posee diversas piezas artísticas de gran interés entre las que destaca la imagen del santo titular, obra de Andrés de Castillejos, autor del antiguo retablo mayor; la Virgen del Sol, patrona de los pescadores de la localidad, talla dieciochesca atribuida al escultor sevillano Benito de Hita y Castillo y un copón de plata con las reliquias de San Hiscio (o Hesiquio), patrón de Tarifa y uno de los Siete Varones Apostólicos, discípulos de Apóstol Santiago que tras ser ordenados obispos por San Pedro y San Pablo fueron enviados a evangelizar la Hispania romana.
Siguiendo el rastro de aquellos primeros cristianos, pondremos rumbo a San Roque buscando el enclave arqueológico de la antigua ciudad de Carteya en el Cortijo del Rocadillo. De camino, a media mañana, paramos en Algeciras para conocer la Plaza Alta, centro neurálgico de la ciudad, que destaca por su vistosa decoración de estilo regionalista y azulejería típica trianera, donde se encuentran dos monumentos de gran interés para los algecireños como son la iglesia de Nuestra Señora de la Palma y la coqueta Capilla de Europa, ambas de estilo barroco, siendo dos de las construcciones más antiguas la ciudad. Se da la circunstancia de que la iglesia es además el km 0 que marca el inicio de la Ruta Jacobea del Estrecho.
A tan sólo quince minutos de Algeciras, en el término municipal de San Roque y a escasos metros de la playa de Guadarranque, se encuentran los restos arqueológicos de la ciudad de Carteya. LLegamos justo a tiempo para realizar la última visita del día. La entrada es gratuita pero es necesario reservar previamente. Fundación de origen cartaginés y notablemente ampliada en época romana, Carteya se convirtió en la primera colonia latina fuera de Italia. Podemos ver cómo se conservan aún restos de la antigua muralla púnica, un templo, varias “domus” (viviendas) romanas, una factoría de salazones y varias necrópolis, además de la Torre del Rocadillo, almenara de vigilancia costera del S XVI mandada a construir por Felipe II y de un búnker perteneciente a la Segunda Guerra Mundial, uno de los muchos que se construyeron para vigilar y defender la costa gaditana de posibles ataques. Es aquí donde la tradición atribuye a San Hiscio la fundación de la sede episcopal gaditana y sitúa por tanto el origen del Cristianismo en la provincia.
Es momento para hacer un descanso y reponer fuerzas. Comeremos en San Martín del Tesorillo, nuestro municipio más joven. Constituido como municipio independiente desde 2018, fue en origen una antigua colonia agrícola perteneciente a Jimena de la Frontera y actualmente forma parte de las dos primeras etapas de la Vía Serrana, la tercera de nuestras rutas jacobeas. Se asienta sobre el Valle del Guadiaro, en pleno corazón del Campo de Gibraltar, un entorno natural privilegiado entre el Parque Natural de los Alcornocales, la Serranía de Ronda y la costa mediterránea. Pequeño y acogedor, nos sorprende por el carácter amable de su gente y una cocina sencilla pero deliciosa, donde destacan platos como el potaje de tagarninas, las judías verdes rebozadas o “boquerones del huerto”, el salmorejo de carne o los chicharrones. No podemos marcharnos sin llevarnos un bote de mermelada elaborada con sus famosísimas naranjas.
Muy cerca, la pedanía de Los Ángeles es la siguiente parada de la Vía Serrana. Se trata de un núcleo poblacional situado a dos kms del centro histórico de Jimena de la Frontera. Paramos a media tarde para visitar el Santuario de la Reina de los Ángeles, Patrona de la localidad; un antiguo cenobio franciscano del S XV, ampliado en época posterior y que es conocido entre los habitantes de la localidad como “El Convento”. Destacan su sacristía, la tranquilidad de su claustro y el camarín barroco donde se venera la imagen de la Virgen, talla medieval de alabastro policromado y orígenes legendarios, considerada una de las más antiguas de la provincia. En Jimena de la Frontera, la historia, la naturaleza y la vida rural se entrelazan en perfecta armonía. Aquí se encontraba la antigua Oba, uno de los asentamientos romanos más importantes y lugar de nacimiento de Marco Antonio Póstumo, general romano que fue bisabuelo del famoso emperador Marco Antonio.
Paseamos por su casco histórico de trazado morisco y disfrutamos de la tranquilidad de sus calles estrechas con casas encaladas. Para terminar el día, nada mejor que subir hasta el Cerro de San Cristóbal para visitar su Castillo-Fortaleza, declarado Monumento Nacional en 1931 y construido en época musulmana, aprovechando antiguos sillares de piedra de origen romano. Recorriendo sus murallas contemplamos un paisaje que se abre hasta el Estrecho. Allí sentirás cómo el tiempo se detiene.
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El Vía-Crucis original.
Cuarto día de ruta. Con el cuerpo descansado,toca despedirnos de Jimena de la Frontera y dejar atrás el Campo de Gibraltar camino de Bornos. Los vientos del Campo de Gibraltar dan paso a la tranquilidad de los Pueblos Blancos. Justo en la convergencia del Parque Natural de los Alcornocales con el de la Sierra de Grazalema se encuentra Ubrique, cuyo origen romano viene atestiguado por los restos de una antigua Calzada hasta Benaocaz y por el Yacimiento de Ocuri y su columbario, de cuyo tipo existen muy pocos similares en la península.
Con la sierra como telón de fondo, sus blancas calles llenas de historia nos invitan a descubrir el patrimonio artesanal que ha dado fama mundial al pueblo: el trabajo del cuero. Aprovechamos para conocer algunos de los muchos talleres artesanales que existen en el casco histórico y de paso adquirir artículos y productos típicos de la zona. Después de visitar lugares tan pintorescos como la Plaza de la Verdura y monumentos de interés como el antiguo Convento de Capuchinos (SXVII) y la Parroquia de Nuestra Señora de la O (SXVIII), subimos hasta uno de los 8 miradores para disfrutar de unas buenas vistas del pueblo y la sierra, completamente conectados con la naturaleza.
Dejamos Ubrique atrás y continuamos hasta El Bosque. Aquí, rodeados de pinares y montañas, la naturaleza nos invita a hacer una pausa y disfrutar de la gastronomía local, saboreando platos típicos de la sierra, como el rabo de toro o el solomillo de venado y sus famosas truchas, acompañados de un buen vino de la zona. Además, el queso payoyo, un imprescindible que no debe faltar en la mesa ni en nuestra cesta.
Tras la sobremesa es hora de partir hacia Bornos, un tesoro escondido a orillas del lago, entre la sierra y la campiña, donde aún podemos apreciar el paso de la cultura romana en los restos del Yacimiento de Carissa Aurelia, a escasos kilómetros del núcleo urbano. Paseando por el pueblo, observamos distintas casas palaciegas y edificios señoriales que son señales de un rico pasado. De ahí que algunos autores consideren a Bornos como la cuna del Renacimiento en la Baja Andalucía. Hasta las siete de la tarde podemos visitar el Castillo-Palacio de los Ribera, la joya monumental renacentista de los bornichos, de estilo plateresco, edificado sobre una primitiva construcción árabe de la que aún se conservan restos de muralla y la Torre del Homenaje. En su interior, destacan los hermosos jardines declarados Jardín Histórico de Interés Cultural. Fueron diseñados por el jardinero italiano Salvador Sepadano, inspirándose en los famosos jardines de Belvedere de Bramante, en el Vaticano, e incluyen en uno de sus extremos la única logia de estilo pompeyano existente en Andalucía.
En Bornos se sitúa el origen de una de nuestras tradiciones más arraigadas y que se relaciona directamente con la celebración de la Semana Santa: el rezo de las 14 estaciones del Vía-Crucis, término latino que significa “Camino de la Cruz”. Su historia se remonta a 1518, cuando Don Fadrique Enríquez de Ribera, Marqués de Tarifa, (has leído bien, sí, el mismo que mandó a construir la iglesia de San Mateo) inició una peregrinación desde Bornos a Tierra Santa a través de varios países europeos. Una vez en Jerusalén, contó los pasos que recorrió Jesús con la cruz a cuestas, desde el Palacio de Poncio Pilatos hasta el Monte Calvario. A su vuelta, calculó esa misma distancia desde la puerta del Monasterio de Santa María del Rosario hasta un punto a las afueras donde mandó a levantar un templete con una cruz a la que llamó “Cruz de la Esperilla”. En el S XVII y a imitación de este Vía Crucis, los franciscanos instauran el suyo propio y en cuya ruta aún podemos observar algunas de aquellas cruces que servían para marcar las estaciones. Por tanto, podemos decir que estamos ante el origen de la Semana Santa en su configuración actual, donde los pasos representan aquellas estaciones con escenas pasionistas portadas por cargadores o costaleros.
Y de esta forma, nos alcanza la última noche de nuestra ruta. Para concluir la jornada, nada mejor que dar un paseo por la ribera del lago. En mitad de la naturaleza, disfrutamos con la calma y la tranquilidad de un pueblo que guarda en su silencio el eco de un legado que merece ser redescubierto.

El Sabor del Legado.
Bornos es el punto de partida perfecto para vivir la última etapa de nuestro viaje. Para concluir esta experiencia, nada mejor que descubrir la riqueza histórica y cultural de Jerez de la Frontera. Se da la circunstancia de qué Jerez es una de las paradas en el camino jacobeo de la Vía Augusta. Antes de llegar hacemos una parada obligatoria (previa reserva vía web) en la Cartuja de Santa María de la Defensión, el monumento religioso más importante de la provincia, que data del S XV. Fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1856 y aglutina lo mejor de distintos estilos artísticos y arquitectónicos como el Gótico, el Renacimiento y el Barroco. Tras cruzar el monumental pórtico renacentista observamos cómo sus distintos espacios entre los que destacan la Iglesia, patios y claustros, fueron concebidos para estar dedicados al silencio y la contemplación. Fue aquí, además, donde nació el caballo cartujano, hoy todo un símbolo andaluz de elegancia y nobleza, criado por los monjes con esmero y dedicación, cuyo legado sigue vivo en las cuadras y espectáculos de la Real Escuela de Arte Ecuestre.
Al llegar a Jerez de la Frontera, tierra del vino y el flamenco, la historia se mezcla con el arte. El casco antiguo nos invita a perdernos entre sus calles con aroma a bodegas, descubrir monumentos como la Catedral, imponentes iglesias góticas con abundante decoración barroca, vinculadas a la reconquista cristiana, antiguos palacios señoriales o los jardines del Alcázar, donde aún se percibe la huella andalusí.
A media mañana, es la hora de tomarnos un refrigerio. Las bodegas centenarias y los tabancos con más solera abren sus puertas. Aquí, donde el vino madura en silencio, se desvela el alma de Jerez. Cada cata guiada es un viaje sensorial: del fino más seco al oloroso más profundo, cada copa cuenta una historia de tierra, tiempo y sabiduría. La comida es toda una experiencia con tapas que mezclan tradición y sencillez. Famosos son sus chicharrones, guisos de cuchara como el menudo o la berza jerezana y platos típicos como el ajo caliente, los riñones al jerez y una exquisita carne mechada. No podemos olvidarnos del postre con las “carmelas”, los pocitos y el dulce jerezano por antonomasia: el tocino de cielo, cuyo origen conventual está vinculado al excedente de yemas de huevo desechado por los bodegueros en el proceso de clarificación del vino.
Y así, disfrutando de Jerez de la Frontera, llegamos al final de esta experiencia, un viaje que va más allá de su recorrido. Hemos caminado entre ruinas y pueblos vivos, entre lo sagrado y lo cotidiano; siguiendo las huellas de una fe que nació antes de las rutas oficiales y que a día de hoy se manifiesta en cada piedra, en cada gesto, en cada paso. La provincia de Cádiz se revela ante nosotros como un cruce de civilizaciones y creencias, en el silencio de unos caminos que no sólo nos llevan a Compostela y que nos conectan con lo esencial, lo espiritual y lo humano, dejando su huella en cada paso.